Se fue a la jungla de asfalto, el Distrito Federal, a encontrarse con su destino: la educación física.
Desde la entonces comisaría de Pueblo Yaqui, en pleno corazón del otrora granero de México, municipio de Cajeme, mi dilecto Chencho Reyes amplió sus miras profesionales, alejando de sus expectativas de vida los surcos agrícolas.
El campesinado perdió a un hombre con un potencial de fortaleza ideal para las tareas propias de la región donde vio la luz primera un 19 de abril de 1945, pero la educación física en la región Guaymas y Empalme, ganó al más capacitado de sus instructores en toda su historia.
En Hermosillo obtuvo su licenciatura en Educación Física, carrera que fortaleció con decenas de cursos, talleres y diplomados en nuestro país, pero también en el extranjero.
Miles de niños y jóvenes, muchos de ellos hoy adultos, y gente de bien, fueron sus alumnos en sus 40 años de labor ininterrumpida y, me consta, goza del cariño y saludo de la inmensa mayoría, gracias a su incuestionable vocación de servicio, aderezada por la tolerancia que requiere la docencia, amén de su habilidad pedagógica.
Lo conozco desde hace tres décadas y, lo constaté siempre, fue un hombre entregado a lo que eligió como su pasión y vida: la instrucción y práctica deportiva, particularmente como jugador de fútbol en los campos ubicados a fines de la década de los 60, del siglo pasado, en el área donde hoy se encuentra Cruz Roja y las agencias automotrices Ford y Nissan.
Compartimos tiempos políticos partidistas relacionados con el deporte. Después fue, por muchos años, fuente de información a mi paso por los diarios como reportero, y la constante fue, siempre, su mano extendida y el saludo fraterno.
Vivimos juntos una gran aventura llamada Liga de Béisbol Semiprofesional de los Tres Valles, pero también aquellas jornadas gloriosas de los históricos Cachorros de Guaymas que en su primer año en el fútbol profesional de la Tercera División, lograron el ascenso.
No coincidimos, como es lógico, en algunos debates sobre diversos tópicos de nuestro quehacer y entorno, pero siempre se impuso la madurez de quienes ponderamos el derecho al disenso, lo que fortaleció, siempre, el reconocimiento mutuo.
En el recuento de los hechos, Crecencio Reyes Carrasco se va con la frente muy en alto, seguramente satisfecho del deber cumplido desde el aula más modesta, hasta las impresionantes instalaciones universitarias del Tecnológico de Monterrey y el ITSON.
Pero más satisfecho debe sentirse de la oportunidad que le dio la vida de ser padre y abuelo.
Solo él sabe que hará a partir de hoy con su tiempo libre, pero seguro estoy que cuando amerite su presencia en cualesquier acto a favor de la comunidad deportiva, allí estará.
Hoy, cosecha lo que por años sembró: el reconocimiento sincero de los aquí presentes.
¡Honor a quien honor merece!
Desde la entonces comisaría de Pueblo Yaqui, en pleno corazón del otrora granero de México, municipio de Cajeme, mi dilecto Chencho Reyes amplió sus miras profesionales, alejando de sus expectativas de vida los surcos agrícolas.
El campesinado perdió a un hombre con un potencial de fortaleza ideal para las tareas propias de la región donde vio la luz primera un 19 de abril de 1945, pero la educación física en la región Guaymas y Empalme, ganó al más capacitado de sus instructores en toda su historia.
En Hermosillo obtuvo su licenciatura en Educación Física, carrera que fortaleció con decenas de cursos, talleres y diplomados en nuestro país, pero también en el extranjero.
Miles de niños y jóvenes, muchos de ellos hoy adultos, y gente de bien, fueron sus alumnos en sus 40 años de labor ininterrumpida y, me consta, goza del cariño y saludo de la inmensa mayoría, gracias a su incuestionable vocación de servicio, aderezada por la tolerancia que requiere la docencia, amén de su habilidad pedagógica.
Lo conozco desde hace tres décadas y, lo constaté siempre, fue un hombre entregado a lo que eligió como su pasión y vida: la instrucción y práctica deportiva, particularmente como jugador de fútbol en los campos ubicados a fines de la década de los 60, del siglo pasado, en el área donde hoy se encuentra Cruz Roja y las agencias automotrices Ford y Nissan.
Compartimos tiempos políticos partidistas relacionados con el deporte. Después fue, por muchos años, fuente de información a mi paso por los diarios como reportero, y la constante fue, siempre, su mano extendida y el saludo fraterno.
Vivimos juntos una gran aventura llamada Liga de Béisbol Semiprofesional de los Tres Valles, pero también aquellas jornadas gloriosas de los históricos Cachorros de Guaymas que en su primer año en el fútbol profesional de la Tercera División, lograron el ascenso.
No coincidimos, como es lógico, en algunos debates sobre diversos tópicos de nuestro quehacer y entorno, pero siempre se impuso la madurez de quienes ponderamos el derecho al disenso, lo que fortaleció, siempre, el reconocimiento mutuo.
En el recuento de los hechos, Crecencio Reyes Carrasco se va con la frente muy en alto, seguramente satisfecho del deber cumplido desde el aula más modesta, hasta las impresionantes instalaciones universitarias del Tecnológico de Monterrey y el ITSON.
Pero más satisfecho debe sentirse de la oportunidad que le dio la vida de ser padre y abuelo.
Solo él sabe que hará a partir de hoy con su tiempo libre, pero seguro estoy que cuando amerite su presencia en cualesquier acto a favor de la comunidad deportiva, allí estará.
Hoy, cosecha lo que por años sembró: el reconocimiento sincero de los aquí presentes.
¡Honor a quien honor merece!
Asención Sánchez Vázquez
Guaymas, Sonora, México
1 de noviembre de 2007
Guaymas, Sonora, México
1 de noviembre de 2007
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